EDITORIAL | El legado del Arzobispo Francisco Moreno Barrón: una voz de fe, concordia y dignidad

La noticia del fallecimiento del arzobispo emérito de Tijuana, monseñor Francisco Moreno Barrón, ha conmovido profundamente a la comunidad católica de Baja California y a toda la región fronteriza. Su partida deja un vacío no solo en la Iglesia, sino también en la vida pública y social de un estado donde la voz moral y conciliadora del arzobispo fue, durante años, un referente de diálogo, esperanza y humanidad.

Nacido en Salamanca, Guanajuato, y ordenado sacerdote en 1979, Moreno Barrón llegó a Tijuana en 2016, tras haber servido como obispo de Tlaxcala. Su llegada coincidió con tiempos de enorme complejidad para la frontera: violencia creciente, tensiones migratorias, desigualdad y descomposición social. Frente a ello, su respuesta no fue el silencio ni el juicio, sino la palabra serena y firme de quien creía que la fe debía acompañar al pueblo en sus luchas cotidianas.

Durante su gestión al frente de la Arquidiócesis de Tijuana, el arzobispo impulsó una Iglesia abierta y cercana a la gente, con énfasis en el trabajo pastoral en las periferias, la atención a migrantes y la promoción de la paz. En múltiples ocasiones llamó a las autoridades a colocar la dignidad humana por encima de los intereses políticos o económicos, denunciando las condiciones de pobreza y violencia que, a su juicio, degradaban el tejido social de la frontera.

Su voz fue clave en momentos críticos, como las caravanas migrantes que llegaron a Tijuana en 2018 y 2019. Mientras otros apostaban por el rechazo o el miedo, Moreno Barrón abrió las puertas de los templos y albergues, recordando que “nadie es ilegal ante los ojos de Dios”. También fue un constante promotor del diálogo interinstitucional, participando en mesas de trabajo sobre seguridad, justicia y derechos humanos, donde su presencia aportaba equilibrio y sensibilidad social.

El arzobispo entendía que la espiritualidad debía traducirse en acción concreta. Por ello impulsó proyectos educativos, programas de apoyo a mujeres y jóvenes en riesgo, y un acompañamiento constante a las víctimas de la violencia. Su liderazgo fue discreto pero contundente, guiado por una fe vivida con coherencia.

Hoy, mientras su nombre se inscribe en la memoria colectiva de Baja California, queda también la reflexión: ¿qué tan dispuestos estamos, como sociedad, a continuar el camino de diálogo, respeto y servicio que él defendió? La fe, en su visión, no se limitaba a los templos, sino que debía habitar en las decisiones públicas, en la empatía social y en la búsqueda de justicia.

Despedimos a monseñor Francisco Moreno Barrón con gratitud y respeto. Su legado trasciende los muros de la Catedral de Tijuana y se arraiga en los corazones de quienes lo escucharon predicar con humildad, trabajar sin descanso y tender puentes en una frontera donde, muchas veces, abundan los muros.

Descanse en paz, pastor de la esperanza.

— Mesa de Análisis Político de Baja California

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