EDITORIAL | La guadaña de la muerte y las adicciones: la urgencia de actuar en Tijuana

EN LÍNEA BAJA CALIFORNIA

Cuatro personas asesinadas y una más lesionada. Una comunidad aterrada. Un presunto agresor dominado por alucinaciones. Otro episodio de violencia extrema en Tijuana, esta vez en la colonia Anexa Providencia. Un escenario repetido: la guadaña de la muerte empuñada por las adicciones.
De nuevo, el consumo de sustancias prohibidas no solo destruye a quien las consume, arrastra también a inocentes, familias y vecindarios enteros. Las voces dentro de la mente de un hombre presuntamente bajo el influjo de drogas bastaron para convertir una mañana cualquiera en una escena de horror. Cuatro vidas apagadas por la mezcla tóxica de impunidad, abandono social y una crisis de adicciones que se ha desbordado en la frontera.
Aunque la intervención de la Policía Municipal y la Fuerza Estatal de Seguridad Ciudadana fue rápida y efectiva, y logró capturar al presunto multihomicida, no se trata únicamente de celebrar el resultado táctico. Lo que urge es mirar el fondo del problema: Tijuana enfrenta una emergencia de salud pública y seguridad ciudadana por el crecimiento descontrolado del consumo de cristal, fentanilo y otras sustancias que convierten a las personas en rehenes de su mente, y a veces, en asesinos involuntarios.
La violencia ligada al consumo de drogas ya no se limita a las zonas de venta o a enfrentamientos entre narcomenudistas. Se ha infiltrado en hogares, calles, escuelas y centros laborales, erosionando el tejido social en cada esquina de la ciudad. No se trata solo de seguridad pública. Se trata de un colapso sistémico de prevención, tratamiento y atención.
Tijuana necesita con urgencia programas reales, amplios y sostenidos de prevención de adicciones, dirigidos especialmente a jóvenes, y con énfasis en colonias vulnerables. Y al mismo tiempo, se requieren centros dignos y accesibles de tratamiento, con enfoque médico, psicológico y comunitario, no campos de reclusión ni simulación asistencial.
La salud mental y el consumo problemático de sustancias no pueden seguir siendo tratados como temas marginales. Son el corazón de muchas tragedias que hoy nos alcanzan a diario.
El caso de Gerardo “N”, el presunto responsable, es una señal más de que esperar a que una tragedia ocurra para actuar, ya no es opción. Es hora de invertir en prevención, en atención, en vida. No hacerlo, es seguir abonando a la guadaña de la muerte que las drogas blandieron una vez más sobre Tijuana.
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